Hace 900 años se dan los primeros indicios de naturaleza urbana. En 1.624, el rey Christian IV de Dinamarca, decidió que la ciudad pasase a llamarse Christiania, pues desde 1.536 Noruega pasó a ser una provincia danesa. A principios del siglo XIX la ciudad no era mayor que un pueblo, pero con la mejoría de la economía de 1.850 a 1.900 el número de habitantes aumentó de 30.000 a 200.000. Tras la disolución de la unión con Suecia, en 1.905, existía un fuerte sentimiento nacional y en 1.925 la ciudad recuperó su nombre original: Oslo.
Nuestra ruta a pie.
Nada más salir del puerto y encaminándonos por Rosenkrantz gate llegamos a una bonita alameda, Kart Johans gate, dónde en uno de sus extremos nos encontramos con Stortinget (El Parlamento noruego), construido en 1.866.
El maravilloso parque escultórico es el trabajo de toda una vida del escultor Gustav Vigeland y contiene más de 200 esculturas en bronce, granito y hierro forjado siendo diseñado por el propio escultor el conjunto arquitectónico del parque con sus fuentes y jardines. Para llegar a él, en recorrido a pie desde el Palacio Real, disfrutamos de unos barrios residenciales y de embajadas con unas construcciones elegantes de estilo renacentista.
La paz y tranquilidad de las calles y sus habitantes invitan al paseo y, si encima, tuvimos la suerte de llevarles el sol y las buenas temperaturas españolas. Es por eso que, una mujer noruega lleva en su bolso lo mismo que una mujer española, salvo que la noruega incluye también una toalla de baño. ¿Por qué? Cuando sale el sol la extenderá en cualquier jardín para disfrutar de él.
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Artículo aportado por: PARADACONFONDA
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